martes, 29 de junio de 2021

6. El Logos del Romanticismo 1

    La primera revolución acababa de arrancar trayendo consigo nuevas e inesperadas tecnologías: la electricidad, la máquina a vapor (1763), el telar mecánico (1784), la locomotora (1804), la bombilla (1809), el telégrafo (1833), etc… Este boom hizo que muchos se frotaran las manos, pensando en cuánto se llenarían sus bolsillos aplicando las ideas de Smith, Locke, Ricardo, etc… Y fueron precisamente aquellos comerciantes y capitalistas, de quienes más desconfiaba Adam Smith, los que sin duda se beneficiaron de sus ideas de “libre mercado”, acomodando su ideología a las necesidades de su codicia y falta de escrúpulos. Generaron grandes capitales, se hicieron la foto con el puro y obviaron la “letra pequeña” de La Riqueza de las Naciones, donde se detallaba la necesidad de la educación del pueblo, una justicia independiente, impuestos progresivos y en vez de eso, por lo general, se dedicaron a comprar a la justicia, evadir impuestos y mantener al pueblo analfabeto, matarlo a trabajar 12 horas al día, 6 días a la semana en condiciones miserables, hacinados sin ventilación y expuestos a constantes peligros, emanaciones tóxicas, metales pesados, disolventes, polvo, ratas…

lunes, 28 de junio de 2021

5. El Logos Barroco

      La democracia americana es la más antigua y duradera de la edad moderna. Reapareció en 1789 tras aquel lejano colapso de la griega veinte siglos años antes y, tuvieron que pasar dos mil años para que este logos rebrotara con algo más de libertad tras haber sido pisoteado, ninguneado, vituperado, condenado y malinterpretado.

"Give me liberty or give me death", Patrick Henry, 1775

domingo, 27 de junio de 2021

4. El Logos de la Edad Moderna

 LA EDAD MODERNA

Calvino (1509-1564), formado inicialmente como letrado humanista, no puede evitar usar el lenguaje aristotélico de causa y cantidad para describir su divinidad: “Dios no es sólo causa primera; también lo gobierna y dirige todo”; “No es sólo universal la providencia, sino también particular”.

El pastor reformador afirma que el entendimiento humano (¿logos?) no está “sano y perfecto, cuando es débil y está tan envuelto en tinieblas”. Los reformadores rechazan el libre albedrío pues «Cristo Dios nos eligió antes de la creación del mundo, para estar en su presencia sin culpa ni mancha» (Efesios 1-4).

2. El Logos de la Grecia Clásica

     Pero, ¿quiénes mejor que los sofistas para relativizar este Todo tan indescifrable? Gorgias (485-389 a.C.), el sofista por antonomasia, niega la mayor: «El ser no es; si el ser es, no sería cognoscible y si fuese cognoscible, no sería comunicable. No lo es porque no se puede percibir por los sentidos; si todos los fenómenos son reproducciones ilusorias de la mente (nous), ¿cómo puedo estar seguro de que ese Ser no es otra ilusión? Y no es comunicable, puesto que si no puedo asegurar que las leyes que rigen esta racionalidad sean universales, tampoco puedo asegurar su consenso dentro de la comunidad». ¿Gorgias le estaba diciendo a Parménides que se aplicara a sí mismo el cuento de la diosa Aletheia? 

3. El Logos del Cristianismo

  EL CRISTIANISMO

Pero entre tanto titubeo entre lo bueno y lo malo, lo divino y lo humano, apareció el cristianismo para zanjar estas sutiles disquisiciones sobre el Logos y el no-Logos. Un concepto tan jugoso no se podía dejar tirado en la cuneta. Y así, el Evangelio de San Juan (1:1) (c. 90 d. C.) inicia el Génesis con «el principio era el Verbo (logos), y el Verbo (logos) era con Dios, y Dios era el Verbo (logos)». Traduciendo literalmente logos como palabra (o verbo), entendiéndose como algo Superior que dictaba la creación y, que al igual que el Logos de Heráclito estaba ya ahí antes de cualquier otro fenómeno: «Queriendo o sin querer, se le debe llamar Zeus» o como dice la Biblia: «Dios era el Logos», que podría también traducirse, si nos atenemos a la inversión predicado-sujeto del griego antiguo: «El logos era Dios». Y no solamente el logos era Dios, sino que además era Todo, omnipresente, omnímodo, omnisciente, y sobre todo: era el nuestro. 

1. El Inicio del Logos

     «En la razón (logos) hay dos partes distintas: una relativa a la ciencia y a los principios eternos e inmutables, la otra que delibera y calcula sobre las cosas contingentes.» Ética a Nicómaco, Aristóteles

    En la Grecia Micénica, mucho antes de la clásica, la sabiduría era atribuida a las divinidades Zeus Apolo y transmitida al rey, que en ejercicio de su soberanía y ostentando el cetro de mando, comunicaba al pueblo aquello que le era revelado a través del oráculo. Estaba, por tanto, en posesión de una información que no era de los hombres sino que pertenecía a los dioses; lo cual implicaba una posición de “riesgo'' y, como sugeriría más tarde Heráclito, «un cierto estado de locura». Este conocimiento y su discurso era lo que aquellos griegos arcaicos denominaban Logos.